Aunque fueron los griegos los que convirtieron el acto natural de bañarse en el mar, en el lago o en el río en una compleja técnica, construyendo, hasta, edificios especiales. Fue el papel de Roma y su ingeniería lo que perfeccionó estas instalaciones hasta convertirlas en un modelo a seguir, con las variantes propias de cada cultura, por árabes, turcos, rusos, finlandeses...
De esta forma los romanos superaron, con creces, a los griegos en su afición al baño, creando infinidad de termas, las más importantes durante los mandatos de Vespasiano y Nerón. Nos encontramos, pues, ante un fenómeno socio-cultural que rebasa todos los límites, tanto arquitectónicamente, como socialmente, ya que las termas se convirtieron en gigantescos centros de ocio, salud y negocios.
Nos encontramos, pues, ante un fenómeno socio-cultural que rebasa todos los límites, ya que las termas se convirtieron en gigantescos centros de ocio, salud y negocios.Los baños en las villas romanas se llamaban balnea y cuando eran públicos thermae. En las grandes termas los principios de la arquitectura romana: racionalidad, economía, especialidad, axialidad, simetría y monumentalidad, alcanzan su máximo apogeo. Eran edificios donde se podía hacer innovaciones arquitectónicas, ya que no estaban sometidos a presiones sociales fuertes, eran, tan sólo, lugares de esparcimiento, de ahí, que sin proponérselo, se hayan convertido en la tipología arquitectónica más interesante del imperio romano. Alrededor de un patio central, llamado palestra, donde se podía practicar ejercicio, se encontraban el apodyterium o vestuario, el caldarium o habitación que contiene el alveus (piscina de agua caliente), el laconicum o baño de vapor, el tepidarium o piscina de agua templada, y el frigidarium o piscina fría. En algunas ocasiones todas estas instalaciones se duplicaban, aunque a un tamaño más reducido, para las mujeres.
El agua se traía desde las fuentes, a menudo lejanas, mediante acueductos. Para calentar el interior de todas las estancias los romanos inventaron un sistema, llamado hipycaustum, que era una calefacción subterránea a través de muros y pisos. Este sistema llevaba a través de tubos, el vapor caliente a todas las habitaciones. Techos abovedados, frescos y mosaicos adornaban sus paredes.
El programa de estas termas ofrecía:
- Para uso privado: baños independientes, salas de masaje y perfumes (unctorium) y salas de reposo.
- Para los placeres del baño en común: grandes salas de baño, desde el frigidarium, el tepidarium hasta el caldarium.
- Para el deporte: la piscina abierta, natatio y la palestra.
- Para las reuniones sociales: corredores y galerías, jardines con edificios anexos (ninfeos, pabellones y tabernae).
- Para la cultura intelectual: bibliotecas y salas de conferencias.
Cada una de las termas romanas, por sí sola, es digna de estudio, desde las de Caracalla en Roma, Antonino en Cartago, Stabia en Pompeya... Hasta los restos que aun quedan en España de algunas de ellas como las de Sagunto en Valencia, las de Ledesma (Salamanca), en Alange (Badajoz) o las Termas Romanas de Lugo. Hay que destacar, sin embargo, por su interés uno de los manantiales termales de la mítica ciudad de Hierápolis, coronando la blanca cumbre de Pamukkale, en el corazón de Asia Menor (Anatolia), entre Capadocia y la costa del Mar Egeo (Turquía) , los cuales, por sus singulares características geológicas, hidrológicas, arqueológicas, arquitectónicas, paisajísticas, etc., y, sobre todo, por tratarse de uno de los más importantes descubiertos hasta la fecha, condensan extraordinariamente bien este tipo de instalaciones concebidas, meticulosamente, para la curación e higiene del cuerpo humano.
Y es que en el interior de Turquía se hayan las más espectaculares formas calcáreas travertines (sedimento generalmente calcáreo, que dejan algunas aguas) del mundo, resultado del constante brotar del agua del subsuelo en forma de géiser. Actualmente se las conoce como Pamukkale, que en turco significa "castillo de algodón".
Nos hallamos, pues, ante el más grandioso decorado surrealista natural del mundo. Desde lejos, se aprecia una serie escalonada de cataratas fosilizadas, pero en constante ebullición, vivas y cristalinas. De cerca, en cambio, el paisaje adquiere dimensiones de un fantástico jardín acuático suspendido sobre 200 metros en el vacío, donde el agua transparente va vertiéndose de estanque en estanque ocasionando inmensas carolas de roca calcárea similares a exóticas flores de origen tropical, de una blancura azulada que marea y de una inmarchitable belleza.
Los manantiales calientes, que brotan del interior de estos suelos calcáreos, son el origen de este prodigio y el motivo del asentamiento, aquí, de tantas civilizaciones. Si consideramos la historia de Pamukkale, según los resultados de las excavaciones de los arqueólogos austriacos y turcos que están trabajando aquí desde más de una década, las primeras civilizaciones que se instalaron en esta región fueron los hititas (siglo XII) a.C.); después los frígios (s. X a.C.) e inmediatamente después los lidios. También los persas alcanzaron la zona occidental de Anatolia, dominando la región durante los siglos VII a.C.
Alrededor de este natural complejo geológico fue creciendo una importante urbe conocida como Hierápolis, (nombre que tomo la ciudad a partir del siglo II a.C.), durante la ocupación griega; pero fue en la época romana, a partir del año 129 a.C., cuando las generosidades de la naturaleza comenzaron a ser explotadas, como se pone de manifiesto en los sorprendentes edificios termales que aún se conservan.
Las termas de Hierápolis son, sin duda alguna, las más importantes de la civilización romana; incluso sobrepasan en tamaño a las que Agripa (63-12 a.C.) mando construir en Roma, y a las que Antonino Pío (86-161 a.C.) en la ciudad de Cartago.
Según Galeno no hay nada más purificador que un baño combinando, sabiamente, todos los elementos de la naturaleza, lo frío y lo caliente, el agua, la tierra, el aire, el fuego... Los masajes y fricciones con jabones, perfumes, ungüentos y aceites... cada cual en su momento.